
Martín Onti: Marzo del 2014
Corría el minuto 21 de partido entre el Barcelona y el Celta de Vigo de aquel marzo del 2014 cuando el guardameta Víctor Valdés se lesionó. Al detener un lanzamiento de falta del chileno Fabián Orellana, su rodilla derecha cayó mal tras el salto y el ligamento cruzado anterior se rompió. Nadie sospechó lo que sucedería a partir de entonces… o quizás sí.
Así es la vida que, en apariencia, uno de los porteros más en forma de aquel momento no comprendió en un principio. El Barça, con el ‘Tata’ Martino en la conducción técnica, intentaba asirse a la punta del torneo español, el Mundial de Brasil se venía encima y las circunstancias deportivas acompañaban al guardameta catalán de cara a ser un indiscutible en su club y en la Selección de España.
A partir de entonces, las decisiones que pasaron por su cabeza en el descanso obligado a causa de su lesión sólo Víctor Valdés las conoce y, quizás, un número muy acotado de personas de su círculo inmediato.
El pensamiento de ‘El Noi de l’Hospitalet’ nunca fue fácil de apinar. Valdés siempre se caracterizó por un comportamiento muy particular, difícil de entender desde la lógica de la razón común. Sus actos siempre estuvieron caracterizados por sus reacciones inesperadas y la mayoría de las veces, caminar en puntillas de pie era lo aconsejable cuando uno lo abordaba. Muy especial para contactarle y respetuoso para exigir una distancia silenciosa que proponía desde su conducta seria.
Le tocó sufrir al salir del Barcelona vagando por instituciones que él debe haber pensado le devolverían la alegría de jugar. Nada de eso fue realidad. Manchester United, fracasado traspaso al Mónaco, el Standard de Lieja belga, el Middlesbrough inglés y la nada de hoy. El ostracismo castigó su alma de futbolista primero y, pienso, el del desinterés por todo lo relacionado al balón después.
Marzo del 2014 a diciembre del 2017 debe haber sido, me imagino, una suerte de infierno para un hombre, como el ya ex jugador de fútbol, atado al valor de sus determinaciones. Víctor Valdés ha decidido, para lo que considera su propio bien, alejarse definitivamente del mundo que le ha rodeado en relación a un juego que supo amar. Su familia podrá ahora aprovecharle al cien por cien.
Martín Onti